El consenso científico alrededor del cambio climático y sus causas es total. Desde mediados del siglo pasado sabemos que las actividades humanas y, en particular, la emisión de gases de efecto invernadero están modificando el clima del planeta. Las temperaturas han subido de forma sostenida desde la revolución industrial, al igual que lo ha hecho la concentración de CO2 y metano en la atmósfera.
La lucha contra el cambio climático ha ido ganando relevancia en las últimas décadas. Desde la publicación del primer gran informe del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) de la ONU en 1990 y la firma del Protocolo de Kioto en 1997 hasta el Acuerdo de París y la más reciente oleada de leyes de cambio climático, la reducción de las emisiones ha pasado a ser prioritaria en gobiernos y empresas de todo el planeta.
Alrededor de esta ola de acción climática se han popularizado conceptos como el de la huella de carbono. ¿De qué se trata exactamente y cuál es su impacto en las empresas? Conocerlo en profundidad es cada vez más importante, sobre todo, teniendo en cuenta que la recién aprobada Ley de Cambio Climático y Transición Energética de España prevé que, en el plazo de un año, muchas empresas tengan que calcular y hacer pública su huella de carbono.
La huella de carbono es un parámetro ambiental bien definido y estandarizado por normas internacionales como las ISO 14065 y 14069. A grandes rasgos, tal como lo define la Guía para el cálculo de la huella de carbono publicada por el Ministerio para la Transición Ecológica, se trata de “la totalidad de gases de efecto invernadero emitidos por efecto directo o indirecto por un individuo, una organización, un evento o un producto”.
Así, la huella de carbono de una empresa incluiría todas las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero producidas por su actividad, tanto de forma directa o indirecta. Si hablamos de la huella de carbono de un producto, habría que incluir todo su ciclo de vida, desde la extracción de las materias primas necesarias hasta su uso y tratamiento como residuo al final de su vida útil.
A nivel organización, las fuentes directas de gases de efecto invernadero son todas aquellas que son propiedad o están controladas por la empresa. Las indirectas son el resto de emisiones consecuencia de la actividad de la organización, como, por ejemplo, las emisiones ligadas a la electricidad que consumen los edificios de la compañía.
La definición es clara y concisa, pero el cálculo de la huella de carbono de una empresa no es una tarea sencilla. Para medirla, hay que aplicar una fórmula que consiste en multiplicar dos parámetros: el dato de actividad y el factor de emisión. Esta fórmula debe aplicarse para calcular la huella de cada actividad o fuente emisora de gases de efecto invernadero (GEI).
El dato de actividad se refiere al grado o el nivel de la actividad generadora de emisiones. Por ejemplo, para calcular la huella de carbono de la flota de vehículos de una compañía, el dato de actividad sería la cantidad de combustible consumida. El factor de emisión hace referencia a la cantidad de GEI por cada unidad del dato de actividad. El dato del factor de emisión se actualiza anualmente (algunos, como el del mix eléctrico, son muy variables) y es público.
Para la mayor parte de pequeñas y medianas empresas, este cálculo no implicará un análisis demasiado exhaustivo, ya que las actividades son concretas y los activos, poco numerosos. Aun así, existen multitud de protocolos y metodologías para calcular la huella de carbono de una empresa. Algunas de las más utilizadas son el Greenhouse Gas Protocol Corporate Standard (GHG Protocol), las normas UNE-ISO 14064, 14065 y 14069 o la guía GHG Workbook publicada por el IPCC.
La huella de carbono es un concepto que nos ayuda a entender el impacto ambiental de una organización, pero que también dibuja una imagen diferente de su estructura de costes y de la eficiencia de sus procesos. Por eso, medir la huella de carbono tiene muchos efectos positivos potenciales en la empresa.
Además, con la nueva ley de cambio climático española y sus revisiones futuras, medir la huella de carbono y reducir las emisiones deja de ser opcional. Como te contamos aquí, tras la aprobación de la ley el Gobierno establecerá, en el plazo máximo de un año, qué empresas deberán calcular y publicar su huella de carbono. Dichas organizaciones deberán también implementar un plan de reducción de emisiones.
Así, estos son los beneficios de calcular la huella de carbono de la empresa:
El cambio climático es una realidad. La temperatura media global en 2020 fue 1,27 grados Celsius mayor que en el siglo XIX. Estas medias implican picos de temperaturas extremas más frecuentes, más intensidad en las tormentas (como mostró la última temporada de huracanes en el Caribe) y sequías e inundaciones más frecuentes, entre otras cosas. En definitiva, significa un futuro con más riesgos para las personas, los países y las empresas. Medir y reducir la huella de carbono es también trabajar por reducir y mitigar esos riesgos.
Juan cuenta con una experiencia de más de 15 años en gestión de riesgos y evaluación de emergencias medioambientales y de estado ambiental de emplazamientos: estudios de subsuelo, aguas superficiales y subterráneas, análisis de riesgos para la salud humana y los ecosistemas y planificación de proyectos de remediación de emplazamientos contaminados.
En 2021 se une a WTW como director del equipo de Medioambiente y especialista en siniestros medioambientales en Europa y América.
Además representa a WTW dentro del Grupo español de crecimiento verde y en la actualidad colabora como analista de inteligencia para medioambiente en la Unidad Militar de Emergencias del Ejército Español.