Los agentes económicos son racionales y egoístas. Es decir, toda aquella persona o entidad que participa de alguna forma en una actividad económica, desde una compra en el mercado hasta una inversión en la bolsa, lo hace movida por sus propios intereses y siempre desde la racionalidad. Esta es la visión de la mayoría de enfoques tradicionales de análisis financiero. Sin embargo, ¿tomamos siempre decisiones tan racionales? Las finanzas conductuales o la economía del comportamiento sostiene que no.
“Para un economista, las decisiones que toman los agentes económicos son racionales y buscan maximizar la utilidad, mientras que para un psicólogo es evidente que las personas no son ni enteramente racionales, ni enteramente egoístas, y que sus gustos son cualquier cosa menos estables”, sostiene Daniel Kahneman, premio Nobel de economía cuyo trabajo sobre la psicología de la toma de decisiones marcó el desarrollo de la economía del comportamiento. Así, ¿podemos llegar a entender nuestros sesgos y la irracionalidad de nuestras decisiones?
La economía del comportamiento es una rama del estudio de la economía desarrollada fundamentalmente en el siglo XXI y que estudia tanto las decisiones microfinancieras como el comportamiento de los mercados. Sin embargo, a pesar de su aparente modernidad, las finanzas conductuales hunden sus raíces en teorías y estudios anteriores, tanto del siglo XX como del XIX. Incluso algunos estudios señalan que Adam Smith, ya en el siglo XVIII, estableció algunos planteamientos similares a los de la economía conductual.
Las finanzas del comportamiento parten, entre otras, de la teoría de la racionalidad limitada, desarrollada en el siglo XX. Esta asume los límites del conocimiento y la capacidad racional de las personas y estudia cómo estos afectan a la toma de decisiones. Los seres humanos a veces actuamos movidos por la razón, pero otras son las emociones las que rigen nuestros actos. Nunca tenemos toda la información sobre una situación ni tampoco la interpretamos siempre de la misma manera.
Llevado a un ejemplo concreto, la teoría de la racionalidad limitada nos dice que, a la hora de hacer una inversión, no analizamos todos los instrumentos disponibles en el mundo, sino aquellos que, por la razón que sea, están a nuestro alcance, nos son más conocidos o nos dan más confianza por el experto que nos los explica o recomienda.
Otra de las teorías que dan forma a la economía conductual es la prospectiva, desarrollada también en el siglo XX por Kahneman y Amos Tversky. Esta estudia cómo tomamos decisiones en situaciones de riesgo. Sostiene que los seres humanos no somos siempre aversos al riesgo (como defiende el enfoque tradicional de las finanzas) sino aversos a las pérdidas. Por lo general, preferimos ganar a perder y, muchas veces, preferimos no ganar a arriesgarnos a perder. En función del valor que le demos a las pérdidas y a las ganancias asumiremos más o menos riesgo.
Asumiendo nuestra racionalidad limitada, los diferentes perfiles de aversión a las pérdidas y, en definitiva, que nuestras decisiones están a menudo marcadas por sesgos cognitivos y emocionales, ¿cuáles son los errores más comunes a la hora de invertir?
Estos son solo algunos de los errores más comunes (pero no los únicos) a la hora de invertir, sesgos estudiados por las finanzas del comportamiento. Los seres humanos no somos máquinas perfectamente racionales, así que, antes de tomar decisiones financieras, vale la pena pararse a reflexionar un momento cuánto de emociones y cuánto de información sesgada hay en ellas.