En cualquiera de los campos en los que dediquemos nuestro día a día, la complejidad ha aumentado en los últimos años de manera sustancial. Y también en el mundo de las inversiones.
Sirva como un ejemplo, en un año como este, en el que los mercados de renta variable han llegado a tener pérdidas de un -25% la disparidad de rendimientos es impresionante – sectores con -30% y otros con un +60% en el año. Ante esta situación, la capacidad de contar con un buen acceso a la información, una buena toma de decisiones y un apoyo que nos permita interpretar el entorno es clave.
Y ya no es sólo que los mercados sean complejos, es que son dinámicos y cambian rápidamente. Sirva para ilustrarlo otro ejemplo, la renta fija de gobierno español.
Esto nos hace entender que tenemos que estar preparado para cualquier circunstancia y operar en cualquier mercado.
Dentro de esta dinamicidad, los problemas cambian y también nuestros objetivos naturales, hace unos años la inflación era baja y controlada, e incluso negativa... Pero, ahora, las cosas han cambiado.
La clave aquí reside, por ejemplo, en hacer cambios para cumplir con tus objetivos y hacerlo de manera dinámica, preparado de la mejor manera con carteras diversificadas que puedan convivir con diferentes escenarios (como el de la inflación), porque los cambios siempre llegan.
La teoría demuestra que aquellos inversores que cuentan con un mejor gobierno de sus sistemas de ahorro obtienen mejores resultados (hasta un 2% de extrarrentabilidad anual).
En cualquiera de los casos, nuestras decisiones han de adaptarse a los recursos con los que contemos. Aunque todos estamos dispuesto a contar con rentabilidades positivas de un +40%, no todos los inversores con capaces de asumir caídas de un -40% en un único año con las implicaciones que ello puede conllevar para una persona cercana a la jubilación, ni el horizonte temporal nos permita depositar nuestro dinero durante varios años para obtener una extrarrentabilidad del 3% como por ejemplo en el private equity.
Lo importante en estos casos reside no tanto en elegir la mejor inversión en términos de rentabilidad, sino el conjunto de las inversiones que mejor se adapte a nuestras necesidades y capacidades, porque la teoría demuestra que aquellos inversores que cuentan con mejores sistemas de gobierno (no son recursos, sino definición de objetivos y áreas de fortaleza) obtienen mejores resultados.
Pero no todos cuentan con los mismo recursos, de ahí que maximizar la rentabilidad sea material – cada 1% de mejora en rentabilidad puede suponer un 25% más de ahorro a la jubilación.
La clave es cómo lo hacemos con un nivel de riesgo controlado y adaptado a la naturaleza de nuestro colectivo – La rentabilidad importa, ¿por qué lo es? La rentabilidad es un parámetro importante en la definición de tu estrategia de beneficios.
Imaginemos una persona que haya iniciado su carrera laboral – 25 años a 65 años – Aportaciones indiferentes. Para una carrera profesional de al menos 40 años, sino más , la simple mejora de un 1% de rentabilidad adicional puede hacernos aumentar nuestro patrimonio en un 25%.
En definitiva, la clave es tener la capacidad de contar con los mejores recursos posibles y el acceso a la mejor información para adaptarlo a nuestras necesidades con un asesor/gestor independiente en un entorno cambiante y sacar el máximo partido de tus inversiones.