Un lote de fiambre contaminado por una bacteria acaba obligando a retirar toda una línea de productos procesados tras un caso de infección que afecta a personas y lleva a una reputada marca alimentaria a ocupar espacio en los medios durante semanas. Este tipo de situaciones, en las que un error o las malas prácticas de un proveedor tiran por tierra la reputación sólida de un negocio alimentario, son cada vez más habituales. Pero es posible reducir los riesgos al mínimo y recuperar la buena imagen.
En el pasado, la cadena de suministro del sector de la alimentación y las bebidas era sencilla. En pocos pasos se llegaba de las granjas o los campos hasta la mesa y los productos de proximidad ocupaban la mayor parte de la cesta alimentaria. Hoy, sin embargo, esta cadena ha ganado complejidad de la mano de una agroindustria cada vez más global y de la gran cantidad de productos procesados en el mercado. Esta complejidad, que brinda beneficios en cuanto a variedad, calidad y capacidad de elección, genera también el riesgo de que alimentos poco seguros o fraudulentos puedan terminar en productos alimenticios y causar serios daños a minoristas o fabricantes.
Una respuesta rápida y efectiva a una crisis de estas características, así como estrategias sólidas de investigación y de análisis en tiempo real, pueden ayudar a reducir los riesgos, minimizar daños y proteger la reputación del negocio.
Prevenir la introducción de productos fraudulentos en la cadena de suministro de la industria alimentaria es complicado, incluso poniendo en práctica los mejores sistemas de calidad y controles regulatorios. Ha pasado una década desde que, en 2013, varios lotes de carne de caballo no declarados ingresaron en el suministro alimentario de varias marcas europeas y todavía se siguen estudiando los factores que hicieron posible que este suceso tuviese lugar.
Sin embargo, no hace falta que haya un fraude de grandes dimensiones para sufrir daños en la reputación de las empresas del sector alimenticio y perder la confianza de los consumidores. De hecho, la retirada de productos de las estanterías de los supermercados por denuncias de malas prácticas es cada vez más habitual en Europa y Estados Unidos. Ni siquiera es necesario que esas malas prácticas sean reales, solo hace falta una queja en redes sociales de alguien que busca visibilidad para dañar la reputación de un negocio alimentario.
Sólo en Reino Unido, en los años 2020 y 2021, entre un 40 % y 50 % de las retiradas de productos se debieron a eventos con el potencial de causar pérdidas relevantes, pero fácilmente reconocibles y, aún más importante, prevenibles.
“En un mundo donde los consumidores son cada vez más conscientes de lo que comen y los productores alimentarios rinden cuentas ante multitud de actores, como reguladores y ONG, una acumulación de malas noticias alrededor de una marca o un producto puede llevar a que los consumidores abandonen definitivamente determinadas tiendas y busquen nuevas marcas”, explica Richard Sheldon, Head of Specialty Broking & Senior Director, Carrier Management, WTW.
De acuerdo con los expertos de WTW, existen una serie de estrategias esenciales para prevenir que las malas prácticas de un solo proveedor afecten a toda la cadena de valor y a la reputación de un negocio de la industria de alimentación y bebidas.
WTW se ha asociado con algunos de los líderes a nivel mundial en el terreno del riesgo reputacional y ha desarrollado una solución integral que sirve tanto para prevenir las crisis como para responder adecuadamente a un incidente y recuperarse después de la manera más rápida posible.
En definitiva, la industria de la alimentación y las bebidas tiene una cadena de suministros cada vez más complejas, en la que los riesgos que pueden afectar a la reputación de la empresa se han multiplicado. Contar con aliados expertos en gestión de riesgos y prevención y manejo de crisis es fundamental para mitigar los impactos potenciales de cualquier suceso adverso.