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Ingeniería de riesgos: prevención y mitigación en un contexto asegurador complicado

Estrategias de riesgo en seguros: hoy hablamos de la prevención

Marzo 13, 2024

La gestión y la ingeniería de riesgos ayudan a las empresas a navegar con mayor protección en un entorno repleto de desafíos.
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El aumento de los riesgos y la siniestralidad, el impacto evidente del cambio climático, las turbulencias económicas o las cicatrices de la pandemia de COVID-19 marcan la realidad de un mercado asegurador que sigue inmerso en un ciclo duro. Durante los últimos años, muchas empresas han visto cómo las primas y las exclusiones aumentaban e, incluso, cómo no encontraban pólizas con las que asegurar sus riesgos. Si bien es cierto que la situación parece haber mejorado en algunos sectores en el último ejercicio, la gestión y la ingeniería de riesgos siguen siendo claves para afrontar con éxito las renovaciones y conseguir los mejores precios disponibles en el mercado.

El estado del mercado asegurador

El mercado asegurador está inmerso en un periodo de transformación desde el año de 2019. En el último lustro, se han producido una serie de cambios que han desembocado en una transición de un mercado blanco a uno duro. Antes de esa fecha, había un exceso de capacidad en el mercado y una competencia feroz entre las aseguradoras por captar negocio, lo que hacía que se asegurase prácticamente cualquier riesgo y además con reducciones de prima y mejora de condiciones año tras año. Pero se ha producido un cambio de ciclo hacia un mercado duro caracterizado por los siguientes elementos:

  • Precios. Desde 2019 hasta hoy, se ha producido un incremento generalizado y gradual de las tasas y las primas de los seguros. En el último año, la situación se ha estabilizado en algunos ramos, pero otros siguen estando muy afectados, como es el caso de daños materiales, responsabilidad, responsabilidad civil profesional y ciberriesgos.
  • Capacidad. Las aseguradoras han limitado sus apetitos de riesgo, por lo que ciertas actividades están teniendo muchas dificultades para encontrar capacidad. Los sectores más afectados por esta reducción de la capacidad son alimentación, químicos, gestión de residuos, papel, cartón y maderas. En determinadas industrias, la restricción de capacidad es tan extrema que muchos clientes han recurrido al autoseguro. Como consecuencia, también ha aumentado la exigencia con respecto a la calidad de los riesgos y los requisitos de ingeniería, valorando la gestión de inversión que hacen los asegurados en la mejora de sus riesgos y la mitigación de los mismos.
  • Coberturas. Las aseguradoras revisan minuciosamente todos los riesgos y limitan muchas de las coberturas que ofrecían con anterioridad. Por ejemplo, las exclusiones por COVID-19 y cíber son una práctica generalizada en todos los mercados. Muchos clientes se están viendo obligados a incrementar la retención, y la mejora de la calidad del riesgo sigue siendo el principal factor para encontrar alternativas y conseguir capacidad, así como opciones más competitivas.

¿Qué ha provocado el endurecimiento del mercado?

Durante los años previos al cambio de ciclo en el mercado asegurador, se produjeron una serie de eventos que hicieron que la rentabilidad de las aseguradoras se viera muy mermada. En el contexto general, el cambio de ciclo económico, marcado por la reducción del crecimiento, el aumento de la inflación o la caída de los tipos de interés tras la crisis de 2008 (entre otros factores), afectó al mercado asegurador. Dentro de lo específico del sector, el aumento de los grandes siniestros catastróficos, tanto en intensidad como en frecuencia, y de los eventos no catastróficos perjudicó en gran medida la rentabilidad de las aseguradoras

El papel del cambio climático

El crecimiento de los eventos naturales catastróficos ha sido evidente en los últimos años, una tendencia que lleva la huella del cambio climático. Por ejemplo, el aumento de las temperaturas globales favorece la evaporación de las aguas superficiales y promueve la formación e intensidad de los huracanes. El calor acumulado en los océanos es el combustible de los ciclones, por lo que cuanto más cálidas son las aguas, más evaporación se produce y más probable es que surjan tormentas violentas que se intensifican con gran rapidez. Los huracanes Harvey, María e Irma, en 2017, generaron pérdidas superiores a los 30 000 millones de dólares cada uno.

Lo cierto es que las pérdidas aseguradas por catástrofes naturales llevan décadas creciendo. Desde 1992, la tendencia media de crecimiento anual ha sido del 5-7 %. Entre 2012 y 2016 se produjo un descenso, pero en los últimos seis las pérdidas han vuelto a crecer. Desde 2017, el promedio anual de pérdidas aseguradas por catástrofes naturales ha superado los 110 000 millones de dólares, más del doble del promedio del lustro anterior. A este aumento no solo contribuye el cambio climático, sino también la acumulación de valor en zonas propensas a sufrir fenómenos meteorológicos extremos y los elevados costes de construcción.

El golpe de la pandemia

Más allá de las tendencias claras en los eventos naturales catastróficos, el mercado asegurador ha tenido que lidiar con el impacto de la pandemia de COVID-19 en los últimos años. A día de hoy, se estima que el sector ha sufrido un impacto económico negativo de cerca de 38 000 millones de dólares. Algunas de las grandes aseguradoras acumulan pérdidas estimadas superiores a los 4000 millones.

El cambio de ciclo económico

El mercado asegurador también se ha visto inmerso en un entorno económico que no ha ayudado a mejorar la rentabilidad. Una de las fuentes de ingresos de las compañías de reaseguros son los rendimientos financieros que obtienen al invertir el dinero generado por las primas para obtener ingresos. Si los tipos de interés están altos, la inversión de las primas puede generar rentabilidades muy altas, pero desde la crisis de 2008 los bancos centrales apostaron por una reducción drástica de los tipos. Esto ha cambiado en el último año, cuando los tipos han vuelto a aumentar en un intento de controlar la inflación.

Precisamente la subida continuada de los precios es otro de los factores económicos que más está afectando al sector de los seguros. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el IPC cerró 2023 con un incremento anual del 3,8 % y acumula una subida cercana al 16 % en poco más de dos años. La inflación tiene un impacto significativo en la suscripción de los riesgos, ya que afecta el valor de los activos y de los pasivos, el coste de bienes y servicios y la capacidad de los asegurados para pagar las primas.

La siniestralidad, en aumento

En los últimos años, el aumento de la siniestralidad no catastrófica también ha sido evidente. El ratio combinado (que mide la rentabilidad técnica de los seguros y se calcula como la suma del ratio de siniestralidad y gastos entre la suma de las primas) alcanzó el 108,5 % en 2021, 4,5 puntos porcentuales más que en 2020. Las compañías de seguros no asumen todas estas pérdidas directamente, sino que una parte es asegurada con las llamadas compañías reaseguradoras. Así, de una forma u otra, todos los eventos sucedidos en el mundo acaban afectando a la industria al completo.

Los riesgos de la cadena de suministro

Un último factor a tener en cuenta para entender el contexto en que se mueve el mercado asegurador es la crisis de las cadenas de suministro y de logística a nivel mundial, que se han visto obstaculizadas por las huelgas y la escasez masiva de mano de obra, la congestión portuaria y los costes de los contenedores. El COVID-19, el conflicto entre Rusia y Ucrania, el bloqueo del canal de Suez en 2021, el aumento de la inflación y el creciente riesgo de recesión a nivel mundial, entre otros factores, han provocado un efecto en cadena que sigue haciendo temblar los cimientos de la economía global.

Las buenas noticias: tendencia a la estabilización

En los últimos años, hemos experimentado una situación en la que las pérdidas de las aseguradoras han crecido y donde la posibilidad de obtener ingresos, bien vía suscripciones o bien vía rendimientos financieros, se ha visto muy reducida. A pesar de todo, las señales más recientes apuntan hacia una estabilización de los precios en el corto plazo para la mayoría de los ramos. En 2023 se ha observado un cambio hacia un mercado más estable, los incrementos de tasas parecen haber tocado techo y no se han registrado ni grandes subidas ni bajadas en los precios.

Esta estabilización se ve influida por la mejora de la rentabilidad, tanto técnica como en inversiones, y por la entrada de nuevo capital que conlleva una mayor competencia. Además, detrás de este aumento de la estabilidad están una creciente concienciación del riesgo en las organizaciones y las fuertes inversiones en medidas de seguridad y prevención por parte de muchos clientes.

¿Cómo afrontar las renovaciones? El papel de la ingeniería de riesgos

Durante 2024, las aseguradoras seguirán manteniendo una fuerte disciplina en sus requerimientos y sus políticas de suscripción, por lo que será clave para las empresas presentarse y posicionarse de una forma atractiva en el mercado. Para ello, es importante:

  • Revisar y actualizar de manera proactiva los valores de los activos declarados y los límites asegurados.
  • Proporcionar siempre los datos completos para obtener la mejor calificación de riesgo posible.
  • Reconsiderar el periodo de indemnización y la cobertura por interrupción.
  • Planificar las renovaciones con tiempo.
  • Apostar por una gestión activa de los riesgos, aplicando las medidas de prevención pactadas y cumpliendo con lo prometido en materia de mejora y control de riesgos.

La importancia de la ingeniería de riesgos

En función de las características del riesgo, de las medidas de protección existentes y de la gestión de la actividad, las compañías aseguradoras establecen la tasa a aplicar y otras condiciones de cobertura. En general, cuanto mejor sean las medidas preventivas y de protección, mejor percepción del riesgo y mejores condiciones en la póliza. En algunos casos, estas medidas pueden incluso suponer la diferencia entre acceder o no a una póliza. En el contexto actual, esto es de vital importancia para todas las empresas y, en especial, para aquellas de las llamadas industrias agravadas (como la alimentación, la maderera, la de fabricación de/con plásticos, el reciclaje de residuos o la química).

Por ejemplo, en el caso del riesgo de incendio, el sector asegurador lo trata de forma holística, yendo mucho más allá de una normativa que se considera de mínimos y enfocándose en las buenas prácticas. Mientras que el conocimiento del riesgo de incendio en el sector asegurador es elevado, en general se asume que el cliente tiene un elevado grado de desconocimiento. Por ello, ser proactivo, demostrar que sí existe ese conocimiento y apostar por medidas que refuercen la credibilidad puede ser un elemento que marque la diferencia a la hora de negociar las renovaciones.

Un ejemplo real: el caso de las instalaciones fotovoltaicas

Teniendo todo lo anterior en cuenta, es fundamental invertir en gerencia de riesgos, incluyendo medidas de prevención y protección consensuadas con el mercado asegurador. Existen muchos ejemplos reales de cómo la ingeniería de riesgos puede mejorar el acceso a los seguros de las empresas, pero vamos a verlo con el caso de las instalaciones fotovoltaicas, cada vez más frecuentes en muchas empresas que apuestan por el autoconsumo en sus instalaciones.

En la actualidad, las compañías aseguradoras consideran la instalación de placas fotovoltaicas como un factor de riesgo o agravamiento. Esto se debe, sobre todo, al riesgo de incendio asociado, pero también al aumento de riesgo eléctrico o la posible afectación por fenómenos naturales catastróficos. Esto puede derivar en exclusiones por los daños originados por una instalación fotovoltaica en las cubiertas, en limitaciones de indemnización o franquicias muy elevadas para siniestros originados en la propia instalación o en la cubierta, o incluso en la ausencia de capacidad aseguradora para los activos que tengan instalaciones fotovoltaicas que no cumplan ciertos requisitos de seguridad.

Por todo ello, es recomendable apoyarse en la industria aseguradora ya en la fase de diseño de la instalación fotovoltaica (para que el proyecto pueda ser analizado). Durante el período de instalación y montaje se recomienda contar con coberturas específicas para ello, con límites acordes a los bienes declarados. Además, en el supuesto de que la instalación sea propiedad de un tercero, es aconsejable exigir un límite en la póliza de responsabilidad civil.

En cuanto a la prevención de riesgos, para facilitar el aseguramiento de los activos afectados por la instalación fotovoltaica, es recomendable evitar colocar los paneles solares en cubiertas combustibles, priorizando su instalación en suelo, en marquesinas de aparcamientos exteriores o en cubiertas no combustibles. En caso de que tenga que hacerse en cubiertas combustibles, deben tomarse medidas exhaustivas para minimizar el riesgo de incendio, extremando las precauciones en su fase de montaje y atendiendo a buenas prácticas relativas a la ubicación de los inversores, la metodología empleada para la fijación de los paneles o la tipología del cableado, entre otros factores.

En conclusión, en el actual contexto del mercado asegurador (duro, pero con tendencia a estabilizarse), lo mejor es planificar las renovaciones con tiempo, revisar y actualizar los valores asegurados y los límites de indemnización, impulsar la gerencia de riesgos dentro de la empresa, aumentando la inversión en prevención y seguridad y apoyándose en expertos en ingeniería de riesgos. Todo ello ayudará a las organizaciones a navegar un entorno desafiante con la mejor protección posible.

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