Desde el primer malware de este tipo fue programado en 1989 y se lanzó el primer ataque informático mediante un troyano, conocido como PC Cyborg o AIDS Trojan, el escenario de la ciberseguridad ha evolucionado mucho.
Tras la aparición de bitcoin, los ciber delincuentes vieron en las criptomonedas una nueva oportunidad para solicitar rescates imposibles de rastrear a cambio de frenar el ataque. Esta es la razón principal de que en la última década los incidentes de secuestro de datos y extorsión o ransomware hayan crecido de forma exponencial. Analizamos qué ha sucedido en 2021 y qué nos espera para este nuevo año.
Los cambios tecnológicos que la mayoría de organizaciones tuvieron que implementar para permitir el teletrabajo multiplicaron las vulnerabilidades de los sistemas y los riesgos asociados y la incertidumbre causada por la pandemia sirvió de gancho para multiplicar los ataques de ransomware y phishing.
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El ataque por ransomware más habitual consiste en infectar un sistema informático con un malware, un programa capaz de encriptar datos valiosos para la organización. Los atacantes solicitan un pago, normalmente en criptomonedas, a cambio de desencriptar la información y permitir que la entidad siga funcionando con normalidad. Sin embargo, las formas de extorsión se han ido multiplicando en los últimos años. La doble extorsión, que implica, además del encriptado, la amenaza de publicar los datos, es una de las más habituales.
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Por lo general, los ataques por ransomware no afectan en exclusiva a ningún tipo de empresa. De hecho, más de un 70 % de los incidentes de este tipo tiene como objetivo pequeñas y medianas empresas de todo tipo, según los datos de la plataforma de soluciones de ciberseguridad Panda. Sin embargo, durante los últimos dos años se ha experimentado un auge de los llamados ataques de ransomware dirigido. Es decir, ataques desarrollados con el único objetivo de atacar a una empresa concreta.
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El ciber crimen como servicio (CaaS, por sus siglas en inglés) es cada vez más habitual. A grandes rasgos, consiste en que las organizaciones ciber criminales alquilan sus servicios o sus herramientas al mejor postor. Esto multiplica las amenazas, ya que permite que cualquier personas o entidad pueda estar detrás de un ataque con una inversión mínima, independientemente de sus conocimientos técnicos.
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Más allá del ransomware, los ataques a la cadena de suministro son sin duda una amenaza emergente que desafortunadamente sigue contribuyendo al endurecimiento del mercado asegurador. Mientras se sigan experimentando ataques a empresas que proporcionan soluciones y servicios de ciberseguridad, a agencias gubernamentales o a grandes corporaciones tecnológicas, los precios y las condiciones de los ciber seguros seguirán endureciéndose.
Los ataques de ransomware siguen siendo la forma de financiación más lucrativa para los cibercriminales. Los principales grupos de delincuentes cibernéticos siguen actuando y causaron algunos de los mayores ataques durante el 2021.
A medida que el panorama de ciberriesgos en general, y de ransomware en particular, se complica, las herramientas para combatir las amenazas deben también ganar en sofisticación. De acuerdo con los expertos en ciberseguridad de WTW, las organizaciones deben desarrollar una estrategia de defensa en profundidad, que establezca procedimientos de copias de seguridad, refuerzo de la autenticación, planes de actualizaciones, monitorización de la red y una estrategia clara de gestión de riesgos humanos.